Que año llevábamos, una Semana
Santa incompleta y todas las ganas del mundo para verla a ELLA en el mayo más prodigioso que
recordamos en Granada.
Y en el barrio ELLA que lo inundaba todo desde las vísperas, ELLA
que nos hizo vivir en la semana previa
un interminable Viernes de Dolores. Hasta que se abrió esa mañana y casi con
los luceros María Santísima abrigada tan solo por el calor del sus hermanos,
en cada una de sus advocaciones fue apareciendo Reina y Madre y Fervorosa y Marinera y Coronada y Santísima y Llena de Gracia como si se hubiera estando
preparando siempre para ese momento en que fue bajando por Progreso y Ganivet
para anticiparle a Granada – en silencio y con el respetuoso caminar de sus
hijos- que ELLA era la Madre de
Dios.
La Madre de Dios que contenía
desde el cielo la alegría por ver a sus hijos felices e ilusionados de vuelta
desde la Catedral después de haber saludado a Nuestra Madre de las Angustias y
hacer cierta la alegría de que Cristo
está presente en la belleza de Nuestra Madre.
Un día inolvidable y que
merece ser recordado con un azulejo a la
entrada del Realejo para las generaciones futuras , por que nosotros si tuvimos
la gracia de vivirlo.
Francisco Eduardo Barroso
Hermano de la Santa Cena
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